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Editorial de la Jornada. sábado 9 julio, 2022

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Migrantes: las dos crisis


La Jornada

La llegada masiva de migrantes a la Ciudad de México en los años recientes plantea importantes desafíos, entre los que cabe destacar la crisis de falta de espacios suficientes y adecuados para albergar a quienes eligieron la urbe para reconstruir sus vidas o quedaron varados aquí a causa del endurecimiento de las políticas antimigratorias en Estados Unidos. De forma paralela a esta problemática, que toca resolver a las autoridades locales y federales, se desarrolla una mucho más inquietante por sus implicaciones: la crisis de falta de empatía, insolidaridad y xenofobia encubierta entre ciertos sectores de la sociedad capitalina.

La muestra más conspicua de este fenómeno se halla en el asociacionismo vecinal en contra de la instalación de personas migrantes en las inmediaciones de sus domicilios, ya sea en campamentos improvisados, en albergues formales o incluso por la mera presencia de oficinas de atención a solicitantes de asilo. El jueves por la noche, los migrantes que pernoctaban en el campamento reubicado en el parque Guadalupe Victoria, a las afueras de la estación Candelaria del Metro, se vieron forzados a huir tras ser avisados de que debían dejar sus cuartos porque éstos serían destruidos.

En efecto, ayer por la mañana individuos que dijeron ser vecinos de la zona desmontaron los llamados ranchitos donde vivían familias, principalmente de procedencia venezolana, colombiana, hondureña y ecuatoriana.

Esta misma semana se llevó a cabo el desalojo y traslado de los refugiados en el campamento Vallejo de la alcaldía Gustavo A. Madero, efectuado a petición de los residentes. Los vecinos han demandado a las autoridades federales y locales que acondicionen albergues con el propósito de que los migrantes dejen de pernoctar en casas de campaña, cartones y plásticos a orillas de las vías del tren, argumento que recuerda al utilizado por los vecinos de la colonia Juárez en la alcaldía Cuauhtémoc cuando expulsaron a los migrantes, en su mayoría haitianos, que ocupaban la plaza Giordano Bruno en espera de la resolución de sus trámites de refugio.

En ese barrio céntrico, los vecinos camuflaron su hostilidad clasista y xenófoba contra centroamericanos y caribeños en un discurso de presunta preocupación por su bienestar: según su discurso, se oponían no a la presencia de los migrantes, sino a la desatención de sus derechos humanos por parte de las autoridades, las cuales tienen el deber de proveerles albergues seguros y dignos. Sin embargo, cuando el gobierno se propone habilitar ese tipo de instalaciones, también se topa con la intransigencia de vecinos que se organizan no para exigir derechos, sino para que se les niegue ayuda a quienes más la necesitan, como ocurrió en Nueva Santa María, alcaldía Azcapotzalco. Es desolador ver a habitantes no sólo de la colonia presuntamente afectada, sino de varias a la redonda, estableciendo plantones, rondines y bloqueando vialidades a fin de impedir que hombres, mujeres y niños pequeños cuenten con un techo y un plato de comida. También desesperanzador resulta constatar que el déficit de empatía atraviesa clases sociales, manifestándose tanto en la elitista Anzures –cuyos colonos impidieron el traslado de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar)–, en la gentrificada Juárez o en la popular Vallejo.

Por fortuna, no todos los capitalinos se han dejado arrastrar por el egoísmo y la xenofobia. Los propios migrantes relatan las muchas maneras en que los habitantes de la Ciudad de México los han hecho sentir bienvenidos y las facilidades, a veces inesperadas, que se les han prestado para integrarse a su nuevo entorno en lo social y lo laboral. Pero no es posible mirar hacia otro lado mientras mexicanos replican las conductas inaceptables que se han normalizado al norte del río Bravo, pues los discursos de odio y el rechazo a la diferencia no tienen cabida en una sociedad democrática, que además ha sido históricamente emisora de migrantes y debería ser la primera en comprender las aflicciones de dicha comunidad.


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Suero para hidratarse martes 2 diciembre, 2014

PARA PREPARAR EL SUERO ORAL

Puedes empezar preparando 1 Litro  al día y dependiendo si te quedas con sed o te sobra suero aumentas o disminuyes la cantidad a preparar. La idea es tomar el suero según tu sed (toma lo que tu cuerpo te pida). Tu paladar es el reflejo de lo que necesita tu cuerpo, el suero debe saberte bien, por eso las cantidades de limón y  miel  son al gusto.

Un litro de agua
De 1 a 10 limones al gusto

Miel de abeja  al gusto

Un poco de bicarbonato

Un poco de sal de preferencia de mar (o media cucharadita)

Los ingredientes son al gusto, te debe saber rico porque tu paladar será el indicador de lo que tu cuerpo necesita

Puedes usar stevia en lugar de miel si eres diabético, pero solo si eres diabético.

Toma la cantidad de suero que tu cuerpo te pida (aprende a escucharlo) y en sustitución del agua sola, es decir, NO tomes agua sola, únicamente el suero (y los jugos o tes que tomes a lo largo del día).

Para responder algunas preguntas frecuentes:
Si te gusta tomar agua de sabores de fruta puedes hacerlo y agregarle un poco de bicarbonato pero lo ideal es tomar sólo el SUERO. La receta del suero es con LIMÓN. Este suero parece ser algo sencillo pero en realidad es toda una tecnología pues además de ser un excelente hidratante, ayuda al funcionamiento del hígado, regula el PH del estómago y mineraliza el cuerpo POR LO QUE MEJORA EL ESTADO GENERAL DE SALUD. Este suero NO tiene contraindicación alguna, todos pueden tomarlo y obtendrán buenos resultados para su salud. A veces provoca "crisis curativa", es decir, algunos síntomas molestos, hay que tener paciencia y seguir tomándolo.  Puedes tomar agua de frutas con una pizquita de bicarbonato o sueros comerciales si te es necesario pero de preferencia la idea es que mejor tomes el suero sobre todo en vez de agua sola.

Publicado Dr. David Duarte.